sábado, 17 de abril de 2010

UN ALMA PARA ABIA YALA O UN CAMINO DE IDENTIDAD


Esta ponencia ha sido presentada al VI Foro sobre Espiritualidad Indígena
realizado en Puerto Ordaz en los días 8-10 de Abril 2010.


Me he comprometido dar mi humilde aporte al camino indígena para la recuperación de su identidad y al reconocimiento de sus valores originarios ancestrales, por ser fuente de vida en plenitud para todos nuestros pueblos originarios.
Hace tiempo he pensado y, ahora lo afirmo con fuerza, que son los mismos pueblos indígenas los que tienen que mostrarse para que se conozca sus mitos y sus raíces, sus valores y su extraordinaria historia y proponerla como camino de un desarrollo integral y sustentable de toda la población originaria de Abia Yala, hasta consolidar su identidad tradicional, necesaria para un crecimiento armónico de justicia y equidad en la multiplicidad del mundo actual.
Me propuse iniciar esta propuesta rehaciéndome a lo que he podido aprender y profundizar del lenguaje simbólico-bíblico del mundo afro-semita dentro de la lengua hebrea con sus mitos y tradiciones.
El acercamiento a los Textos Sagrados de los tiempos bíblicos puede aparecer, a primera vista, una alienación del mundo originario de los pueblos indígenas pero, analizado en profundidad, puede transformarse en herramienta de rescate de la cultura indígena y afro de la tierra Abia Yala, Tierra Madre y generadora de humanidades.
Me propongo una aproximación limitada pero seductora del texto hebreo, comparándola con las tradiciones ancestrales autóctonas con el fin de realzar la necesidad de asumirla con determinación, a través de una educación inicial y sistemática donde se integren las culturas originarias indígenas y sus lenguas nativas.


1. La creación en el mundo bíblico

Así dice el texto hebreo (Gen 2,4 WTT)[1]:
אֵלֶּה תוֹלְדוֹת הַשָּׁמַיִם וְהָאָרֶץ בְּהִבָּרְאָם בְּיוֹם עֲשׂוֹת יְהוָה אֱלֹהִים אֶרֶץ וְשָׁמָיִם

En una traducción acostumbrada al español leemos; “Así se originaron el cielo y la tierra cuando fueron creados. Cuando Yahveh-Dios hizo la tierra y el cielo”. En mi traducción del texto con su espesor y multiplicidad de sentidos así traduzco: “Estas son las descendencias de los cielos y las tierras al ser creados, cuando YAHVEH-’ELOHIM crearon tierras y cielos”: fueron toledot múltiples, fueron descendencias múltiples y universales, de la misma dimensión del universo creado no solamente de la especie humana o de pueblos en particular. Esa percepción de la sabiduría semita-hebrea con sus raíces semita-africanas expresan el sentir mundial de los mitos y las culturas.

En el Antigüo Testamento se habla de toledot (Cfr la traducción de los 70[2] del Gn 2,4a: καὶ αὗται αἱ γενέσεις Φαρες) como la totalidad de la creación. El Gn 5,1 habla de las generaciones de Adam y el Gn 6,9 de las generaciones de Noé y así a continuación con los otros patriarcas. Allí se indica la importancia de una historia y de una cultura que identifica la Familia o etnia aportando espesor humano y la fuerza de una tradición que autoriza a asumir un papel conductor de la sociedad en que vive. El texto griego koiné, idioma de los evangelios, está al singular (veγενέσεως: generación o linaje) para significar que Jesús es una nueva creación y resume en sí mismo todo el pueblo de Israel.

El texto bíblico y su múltiple raíz Toledot, que se origina desde la eternidad y para toda la creación, simboliza nueva vida, una vida abierta a todos para evolucionar hasta retornar a sus orígenes en Dios, se encuentra una sola vez en la Torah (Gn 2,4). Esa misma raíz se retoma únicamente para iniciar la generación de un pueblo específico cuyo origen es el rey David, en la moabita Rut, mujer extranjera (Rut 4:18a: וְאֵלֶּה תּוֹלְדוֹת פָּרֶץ) ve’leh toldot Pérez. Las primeras toledot (generaciones) de Gn 2,4a son universales, en cambio la segunda versión es la davídica y pertenecen al pueblo de Israel, a una familia o pueblo específico.

En el texto del libro de los proverbios se usa una raíz distinta, menos trascendental y más cercana a la realidad humana de Israel y también a la nuestra, que es דּוֹר dor, y sugiere la idea de una puerta consolidada, sólida pero no cerrada sino abierta[3] a un camino místico de restauración o Tikún a través de las lecturas de las parachas del mundo hebreo. Aquí se une el hablar del pueblo con la sabiduría ancestral retomada y desarrollada en la mística hebrea. “Atiende al aspecto de tu grey, dedica atención a tu rebaño, porque el patrimonio no es para siempre ni la riqueza dura generaciones” (Prov 27:23-24 ). El texto hebreo así se expresa:
יָדֹעַ תֵּדַע פְּנֵי צֹאנֶךָ שִׁית לִבְּךָ לַעֲדָרִים 23
כִּי לֹא לְעוֹלָם חֹסֶן וְאִם־נֵזֶר לְדוֹר 24

La raíz dr cananea[4] confirma la raíz hebrea indicando familia, generación (todas las generaciones) y corresponde a un monema raro un Hápax o una palabra dicha un sola vez.

Una segunda raíz hebrea con dimensión universal es el hálito רוּחַ ruaj en Gn 1,2:
וְהָאָרֶץ הָיְתָה תֹהוּ וָבֹהוּ וְחֹשֶׁךְ עַל־פְּנֵי תְהוֹם וְרוּחַ אֱלֹהִים מְרַחֶפֶת עַל־פְּנֵי הַמָּיִם

Así dice el texto hebreo en una traducción propia: “La tierra está en confusión y vacío, y tinieblas sobre la faz del abismo; y el aliento (Ruaj) de Elohim se cierne sobre la faz de las aguas”. Fue el aliento o espíritu de Elohim que hizo posible el orden universal y la vida en plenitud.
La segunda intervención de Yahveh-Elohim es la creación del Adam en Gn 2,9 donde crea al ser humano: es la acción directa de insuflar vida no solo el estar impersonal o de canal de Elohim de Gn 1,2 sino una acción conjunta de Yahveh-Elohim.
וַיִּיצֶר יְהוָה אֱלֹהִים אֶת־הָאָדָם עָפָר מִן־הָאֲדָמָה וַיִּפַּח בְּאַפָּיו נִשְׁמַת חַיִּים וַיְהִי הָאָדָם לְנֶפֶשׁ חַיָּה

“Y, Yhvh Elohim, forma y modela el Adam del polvo de Hadamat e insufla en las narices el aliento de vida superior, de la totalidad las vidas y llega a ser el Adam: un alma viviente es”.

La raíz דוֹר significa espíritu que da vida en su significación de hálito y en su significación de viento huracanado es muerte. Es el espíritu bueno contra el espíritu malo que es espíritu de destrucción. Es la presencia del Dios en Isaías (11,2) “Reposará sobre él el espíritu de Yahveh, espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de fortaleza, espíritu de ciencia y de temor de Yahveh”. Y en la vida del profeta Elías leemos (1 R 19,11-13): “Le dijo Yahveh: "Sal y ponte en pie en el monte ante Yahveh". Pasó entonces Yahveh, mientras soplaba un viento huracanado que hendía los montes y quebraba las peñas ante Yahveh; pero no estaba Yahveh en el huracán. Después del huracán hubo un terremoto; pero no estaba Yahveh en el terremoto. Después del terremoto vino fuego; pero tampoco en el fuego estaba Yahveh. Y tras el fuego surgió un suave susurro de brisa. Al oírlo, Elías se cubrió el rostro con el manto, salió y se quedó de pie a la entrada de la cueva. Y una voz le dijo: "¿Qué haces aquí, Elías?”[5].

El espíritu de la vida representa la mano creadora, el soplo que todo renueva a semejanza de la sangre o la savia de toda la creación mientras el viento destructor es fruto de un desequilibrio creacional o de la mano destructora del ser humano. La degradación sucede cuando el ser humano no quiere servir a la creación sino ser servido aprovechándola y destruyéndola para recabar energías malignas con el propósito de llevar poder y muerte y no amor y nueva creación.

Una tercera palabra nos guía en este camino de restauración: (Gn 2,19b). La acción creadora de Elohim la asume el ser humano “llamando por nombre a todo ser viviente”. El Adam dignifica la creación llamándola קרא kará que procede desde su propio aliento de vida ya no más del aliento divino, de Elohim, sino del humano, la creación divina (neshamah) la asume el ser trasmitiéndole las características propia de la creación (nefesh) que es sustentado en la Madre Tierra. Esa es la tarea universal del hombre: dignificando toda la creación, elevándola al plano de la acción superior para transformarla en servicio a toda la humanidad: "y todo aquel nefesh viviente que llamará el Adam, este (es) su nombre".
וְכֹל אֲשֶׁר יִקְרָא־לוֹ הָאָדָם נֶפֶשׁ חַיָּה הוּא שְׁמוֹ


2. Así expresé la vocación humana en el encuentro de los abuelos indígenas[6]:

- El proceso de reconocernos como seres humanos es el proceso de la comprensión que somos Hijos-Hijas de Dios.
- En un principio el crear de Yahveh se hizo hálito, Palabra, Vida. Y… todo era bueno.
- Desde la tierra se levantó una bruma, una energía que envolvió todo. La adamah (tierra) se transforma, la semilla brota, el Adam, macho y hembra y desde la vivencias ancestrales de Abia Yala diríamos Madre Tierra.
- Todos nacemos de la Madre Tierra, todos somos tierra fértil de una humanidad perenne.
- Y el Adam que significa tierra se posesiona del universo y nombra a cada ser creado y le asigna su vocación.
- Todo mito, toda historia ancestral es sagrada por llenar la necesidad de ser en plenitud, de alargar la vida hacia una vivencia sin término.


3. El mundo indígena de la Abia Yala y sus tradiciones ancestrales

Nada tengo que enseñarle a ustedes ampliamente conocedores del mundo indígena, simplemente me propongo retomar unas pocas tradiciones para enfrentarlas con el texto bíblico que acabamos de considerar o también para disfrutar de sus encantos. Este es un camino novedoso que propongo recorrer para consolidar nuestras culturas Abia Yala.

La presencia inicial europea en “las Indias” fue de asombro acompañado a una sensación de misterio y de un aparente primitivismo que raya con la irracionalidad.

Las primeras narraciones están marcadas por lo desconocido y fueron semejantes a la impresión del escritor sagrado hebreo “La tierra está en confusión y vacío, y tinieblas sobre la faz del abismo”, parece que hacía falta ordenarlas a través de un nuevo espíritu de fe semejante al Elohim o al Dios complejo que trajeron los conquistadores.

Las primeras narraciones de las tradiciones indígenas fueron marcadas por un temor-amor de lo desconocido semejante a la descripción de un autor anónimo, que en idioma original quechua reprodujo sus historias ancestrales[7]: “He aquí la historia del nacimiento del hombre, de su origen. Algunos cuentan hoy que /según la tradición/ existe en la región de Patriacaca de arriba un árbol llamado quiñua; hasta hoy lleva el mismo nombre quiñua. Los hombres habrían tenido su origen en los frutos de este árbol. Otros hombres cuentan que /según otra tradición,/ cayó sangre del cielo…”.

Todas las tradiciones de la Abya Yala están ligadas a la madre tierra y a todas las expresiones de la naturaleza. El ser humano es como consecuencia lógica y la cumbre de la creación. Sus palabras claves son la tierra fecundada por el cielo, la sangre, los animales, los árboles y las semillas.

Escuchemos dos textos breves de tradiciones de los pueblos indígenas de Venezuela:

Los pemones en un extracto del cuento de -El amo de las aguas-[8]: “También se acuerda del cantor del tucusito: “Tucusito pachi iyavachirumpaico”, y viene a decir prácticamente lo mismo: “Tuve amores con Tucusito”. Se recuerdan las conquistas femeninas que tuvieron lugar en el universo de los pías (principio, origen, esencia), que en tiempos ancestrales fueron personas cuyos espíritus habitaban las aves a quienes dirigen los cantos, invocándolos para que vengan a elevarles a su cosmos”.
“Mientras eso ocurría, tres damas se encontraban hilando algodón. Esta sería simbólicamente el Karacare, el puente que serviría en futuras misiones a los tepui. Por eso ese hilo no se puede romper mientras las expertas manos le están dando forma. Cada vez que el piasan (chamán) hace este tipo de ceremonia, lo primero que tiene que hacer es chequear si el puente está libre. Supuestamente este tipo de hilo se encuentra tendido desde un tepui y, en algunos casos, se extiende varios kilómetros. Una de las habilidades que tiene que aprender el principiante es saber caminar acrobáticamente sobre esos hilos, si algo falla no regresa al mundo de los vivos”.

Los Barí cuentan[9]: “Al principio no existía luz, ni agua, ni sol, ni estrellas… todo era oscurito. Tampoco existía pescado, comida, fuego, agua, ni bohío, ni gente alguna… Todo era monte, sin llanura alguna… Solamente existían peñas (Ñagandú) y algunos arbustos: naturaleza en bruto, sin orden”. “Sebasëba (viento suave) veía como fuera de días”.

Los mapuches del sur de Chile narran su diluvio[10]: “Un cerro pequeño había una vez en medio de un campo; este cerrito tenía poder divino y se llama Xeg-Xeg (defensor de la humanidad o madre tierra). Hubo una vez una salida de mar, y llovió por muchos días y muchas lunas; el agua creció y tapó la tierra para que murieran todos los seres vivientes de la tierra. Ese pequeño cerro cubierto de bosque empezó a moverse y templar y se oyó un grito que digo xeg-xeg y cada grito fue creciendo, allí llegaron todas las clases de animales para salvarse del agua, así también todos los seres humanos, así como el agua iba creciendo el cerro xeg-xeg también iba creciendo elevándose hacia el cielo. Allí llegaron para salvarse sabandija, culebra, lagartija, sapo y todos los animales domésticos y silvestres. Este cerrito llegó hasta el cielo. Así se salvaron toda clase de animales, todos en pares para reproducirse como también cuatro seres humanos: una anciana y anciano para dar consejos y transmitir sabiduría, también se salvaron una pareja de jóvenes para crear y poblar de nuevo la tierra”. Hay otras versiones semejantes.

Todos los mitos nacen y conforman el pueblo que los poseen y constituyen las generaciones de vida de cada pueblo y se transforman en sus tradiciones orales, que son tradiciones de nuevas vidas. Sin sus mitos e historias ancestrales ya no son pueblos, sus memorias se difuminan perdiendo su identidad y, de alguna manera, el motivo de su existencia y de su hacerse ser humano cabal, socialmente y psicológicamente integro, no dependiente, en su totalidad humana a la misma altura y complejidad de las culturas consideradas “superiores” del mundo en que vivimos.

Los Yanomamī poseen una raíz con profundo sentido simbólico tomado del libro Lengua y cultura yanomamī de Marie C. Matei[11], un mī con pronunciación de la ī nasal como troncando la respiración, y su terminación si (mīsi) indica espacio o superficie en forma de disco que según la cosmogonía yanomamī puede referirse al cielo, a la tierra o un astro. Huti mīsi indica lugar de reposo de las almas como réplica del mundo terrenal. La misma raíz con terminación mī-shiã indica aire expirado, aliento y mīshiãki respirar estar vivo y mīshiã con terminación mrai indica dejar de respirar, morir.

Es semejante a la raíz de palabra ruaj en hebreo con una terminación gutural profunda y cortada que indica aliento de vida y al mismo tiempo puede indicar ausencia de vida.
Mīsi significa anatómicamente el bajo vientre, pubis, persona, pero también asocian varios verbos que tienen que ver con el ojo y la luz. Así podemos afirmar que los idiomas indígenas son simbólicos por sus mitos ancestrales que dan forma a las lenguas y sus raíces, de múltiples significados, allí donde las palabras nacen de las imágenes de la vida y las transforman en sonido, en fonemas que lamentablemente transliteramos con el alfabeto latino.

Una integración creadora entre lo simbólico afro-semita y la simbología naturista, desde la profundidad de la Tierra Madre, de los pueblos Abia Ayala puede recrear una vida sustentable para todos los pueblos de este “Continente joven” y lleno de esperanza. Un reflejo trascendental, después de la muerte, personalizado en tierra extremadamente rica como la del pueblo jiwi, un paraíso futuro que nos permitirá sustentar un presente amenazador de destrucción y esclavitud.
Werner Wilbert (1996) en su libro Fitoterapia Warao hace un recorrido por todo el mundo de los pueblos Abia Yala destacando los aires maléficos (Cf pp 197-199). Por su investigación de la mentalidad warao sobre la influencia mística que contagia la salud a través del olor patogénico. Podemos hablar también de un olor patógeno producido por el desenfreno de la moral y de los intereses hegemónicos de la economía y desarrollo esclavizador del poder armamentístico infernal de las potencias mundiales.


4. Hacia un futuro estable del sueño Abia Yala

La gran mayoría de los pueblos Abia Yala fueron pueblos inestables, en búsqueda de tierra donde reconstituir sus etnias y poner raíces de futuro. Se conoce la gran interculturalidad que nace, por una relación difícil con el medio ambiente, que pasa a través de las numerosas sierras del Continente como un esqueleto sólido, aunque en un proceso de conformación, donde se consolidaron las mayores civilizaciones. Pero todas ellas se extendieron a las zonas boscosas, especialmente en el Centro-Sur como alternativa de vida, hasta llegar a las zonas acuosas como el delta del río Orinoco o las islas del mar Caribe.

Los pueblos indígenas venezolanos tuvieron orígenes dispares, descendientes de pueblos del Centro, del Oeste y del Sur, pero sin excluir una presencia todavía incierta de africanos y semitas que llegaron del mar aunque esta teoría es cada día más indiscutible.
Sus identidades son constituidas de culturas extraordinarias con bases mítica-religiosas, como consecuencia de un medio ambiente rico pero extremadamente frágil: allí donde el hombre convive con su tierra, a cambio de un respeto profundo del medio ambiente, sustentados en tradiciones que educan a sus gentes y las interrelacionan a través de la naturaleza, al más allá que transformará su tierra en una futuro en plenitud.

Nuestros pueblos originarios son los más capacitados a enseñar un estilo de vida sustentable de un futuro de progreso auténtico que se logrará poniendo límite a la explotación de sus riquezas naturales, de minerías y del gran recurso de las abundantes aguas del Continente que según numerosos autores serán motivo de guerras futuras.

Las culturas originarias Abia Yala, que crecieron desde la Tierra Madre, se constituyen ahora fuentes de sabidurías más valiosas que los desarrollos culturales de los monumentos pétreos y de las ciencias astrales y del tiempo, de la lingüística y matemática, pero sin excluirlas.

Solamente el reconocimiento humilde y creador de nuestros pueblos originarios puede proporcionarnos fortalezas y ser elementos de salvación de las etnias indígenas, como de los pueblos criollos que no logra consiguen rumbos certeros, y están sumisos a las grandes potencias transnacionales que los humillan y los esclavizan a cambio de las baratijas de las tecnologías modernas, aunque nos pueden proporcionar medios de comunicación e integración casi sin límites pero, al fin, si un alma que solamente nuestras tradiciones ancestrales pueden proporcionar.

Allí está nuestro desafío: creer y rescatar lo que fuimos y poder continuar siendo parte, si nos despertamos, del sueño encantador de nuestros antepasados que aun no logran despertar a los pueblos originarios, lamentablemente pendientes de dádivas esclavizadoras de los políticos y de culturas religiosas extrañas que solo buscan adictos a sus intereses. Es semejante al golem bíblico, muñeco grandioso de barro, un monstruo devorador, sin capacidad de verdadera vida. El salmo 139 verso 16 así lo describe: “Mi embrión, tú lo viste con tus ojos, y los días creados figuraban todos inscritos en tu libro, antes ya de que uno de ellos existiera”. En la tradición cabalística judía es un cacharro de barro en forma humana, sin alma. La palabra hebrea גּלם Significa mi hembrión, germen de vida pero sin desarrollo alguno, únicamente hecho con materia inorgánica, sin espíritu.

Ese golem-embrión se transformó en el rescatador de la esclavitud de Egipto añadiendo, en la raíz semita גּלם, una alef (primera letra del alefato hebrero) que representa en sí misma al mismo yahveh, que cambia el embrión en el redentor o rescatador del pueblo. Así fue José israelita, salvador por excelencia de su pueblo en el país de Egipto y así fue Booz el abuelo de la dinastía davídica. Esa palabra גֹּאֵל Goel en su forma pura, sin añadidura de otras letras, se encuentra 26 veces en la Torah el mismo número gemátrico que el nombre de Yahveh, el rescatador perenne del pueblo de Israel. Su simbología puede ser fuente de inspiración al caminar de los pueblos indígenas para ser rescatadores como Yahveh: colocando su espíritu sanador, universal y con sus raíces en la Madre Tierra a semejanza de la alef hebrea.


5. Un camino iluminador: el pueblo Kuna Yala

Muchos ejemplos tenemos de resistencia a los conquistadores de nuestra tierra Abia Yala, particularmente quiero recordar los Kunas uno los numerosos pueblos indígenas que viven frente al mar Caribe como ejemplo señero de lucha para su autonomía.

La suspensión de la Comarca, las concesiones bananeras y mineras y los abusos de la policía panameña causaron gran descontento en el pueblo Kuna y provocaron la Revolución Kuna de 1925, dirigida por el Nele Kantule y Olonkitipipilele (Simral Colman). El Tratado de Paz posterior estableció el compromiso del Gobierno de Panamá de proteger los usos y costumbres kunas. Los Kunas a su vez, aceptaban el desarrollo del sistema escolar oficial en las islas. La brigada policial sería expulsada del territorio indígena y todos los prisioneros liberados.
Pero un largo camino tuvo que recorrer el pueblo Kuna hasta conseguir sus propias leyes que fueron reconocidas por el Gobierno de Panamá. Reporto un extracto del Saila Dummad Sr. Gilberto Arias como mensaje introductorio a la Nueva Ley[12]: “Todos los delegados sintieron, entonces, la necesidad de contar con una ley propia, hecha por nosotros mismos, y hecha a nuestra medida. Así se empezó a elaborar lo que hoy llamamos la Ley Fundamental de la Comarca Kuna Yala, que constituye uno de los contenidos de este libro (…). Los delegados al Congreso General trabajaron conscientes de que sus hijos, los más jóvenes, poco a poco se van alejando de los valores que cultivan los abuelos. Nos urgía, por eso, plasmar esas normas para todos ellos. Y sirve de instrumento de fortalecimiento de nuestra identidad”.

Los pueblos no pueden conservar sus mitos y su espiritualidad sin instrumentos de autonomía tales como leyes e instituciones que los hagan respetar y un territorio para vivir y como referencia de sus orígenes. Nuestros pueblos indígenas venezolanos están fragmentados y, a menudo, reducidos a pequeños grupos con incapacidad de constituir pueblo consolidado, necesitan un camino de restauración de sus identidades que solamente lograrán con su determinación y sus compromisos o prontamente desaparecerán o se reducirán a meros grupos folklóricos sin identidad.

Ya hay indígenas venezolanos preparados y con capacidad de conducir el camino de la memoria y del rescate. Podemos lamentar que algunos de ellos se dejaron llevar por las dádivas y privilegios políticos pero todavía es posible consolidar el sueño de un futuro de libertad.

Al inicio de este año 2010 me he permitido dirigir las siguientes palabras a un grupos de indios conocidos del Estado Amazonas: “Ustedes poseen talento y capacidad para iniciar un trabajo cuesta arriba, reunir elementos que constituyan la piedra angular para los pueblos indígenas venezolanos. Mucho se pudiera hablar sobre esto pero será vuestra misma acción la que tendrá que demostrar su credibilidad”.

Nuevamente reporto otro texto que expresa los sentimientos de dolor y de muerte que todavía están padeciendo pueblos indígenas por despojos de sus tierras excelentemente redactado en las palabras de Jennifer Vargas, R., extracto de un artículo de Koinonía titulado: “El camino al Abia Yala o al Emaús latinoamericano”:

“Siento que el corazón se me sale, como en esa noche en que tus labios tocaron mis labios por primera vez, sentados sobre la tierra húmeda y tierna. Ese viento que nos resguardó, hoy roza mi cara con más fuerza que cuando estabas a mi lado, en medio del sonido del agua que aunque lejos, nos recordaba que todo fluye, y que la sangre de la tierra da vida y acompaña...
El fuego congregaba a los demás junto al abuelo que contaba en silencio la sabiduría de la vida, mientras que tú y yo corríamos para que no notaran nuestra ausencia y en cada paso sentíamos el calor de la sangre agitada, la seguridad presente cuando no hay temor, cuando no se está solo. Vi en tus ojos el misterio que esconde el centro de la tierra y sentí el calor de tu cuerpo en medio del frío de la noche.
Ese mismo frío que hoy me penetra los huesos y me hace temblar en medio de este charco de barro en el que me encuentro. Me duele el pecho de ver tantos muertos, tanta sangre junta bañando la tierra por causas que no entiendo. Siento que el corazón se me sale porque tengo mucho miedo…”.

Guillelmo Bonfil dijo[13]: “Si no tenemos utopías, si no tenemos capacidad de imaginar un futuro mejor acorde con nuestra realidad, estamos rindiéndonos a la pérdida de nuestro futuro y estamos aceptando un futuro impuesto. Si el pasado, en otros aspectos, nos fue impuesto, no podemos aceptar que el futuro también nos sea impuesto. Un acercamiento honesto a las culturas indígenas nos puede dar nueva capacidad de imaginar nuestra utopía necesaria”

Concluyo con una oración de Margot Bremer[14]

HIMNO AL DIOS DE LOS PUEBLOS

Te damos gracias, Señor, por haber descubierto tu presencia en el seno de los pueblos.
Te damos gracias, Señor, por tu llamada del pueblo de dejarnos bautizar en su destino.
Te damos gracias, Señor, por haber descubierto que el amor de Jesús está en el corazón de cada pueblo.
Los pueblos, tu Pueblo, nos manifestaron la ley de Tu amor en la práctica de la misericordia.
Encontraron caminos nuevos e inauditos que sólo la sabiduría del amor sabe inventar.
Gracias, Señor, por esta presencia tuya en el corazón de tu Pueblo que plenifica nuestra humanidad.
Un amor creativo que llega de la resistencia callada a la propuesta sin palabras,
Un amor misericordioso que llega de la humillación al diálogo,
Un amor comprensivo que llega de la marginación a la participación,
Un amor recreacional que llega de la deforestación al amor a la tierra,
Un amor incluyente que llega de la exclusión a la inclusión.
Gracias, Señor, por esta revelación de tu Amor que nos trasparenta tu Alianza con los pueblos.
Al recorrer los lugares de tu Pueblo, nuestros pueblos, al recorrer nuestros lugares, hemos escuchado con tus oídos el clamor y hemos visto con tus ojos la aflicción de los pueblos.
Confiamos en tu poder que se manifiesta en la autogestión de los pueblos.
Buscamos, junto con ellos, la Tierra sin mal que soñaron sus padres y nuestros padres.
Encontramos tus caminos, escondidos en sus culturas,
y Te damos gracias por tanta presencia tuya. AMÉN.

Bernardo Favaretto
Director de la Escuela de Ciencias Bíblicas
Caracas, 4 de abril de 2010.
E-mail: bernardofav@yahoo.com Web: http://www.sobicain.org.ve/

[1] Biblia Hebraica Stuttgartensia. Deutsche Bibelgesellchaft, Stuttgart 1967/77, p 3.
[2] LXX Septuaginta (Old Greek Jewish Scriptures) edited by Alfred Rahlfs.
[3] FABRE-D’OLIVET, La lengua hebraica restituída, (raíces hebraicas) Humanitas s.l.
[4] DEL OLMO, Lete, Mitos y leyendas de Canaán, Cristiandad, Madrid 1981.
[5] En una traducción al español de CAB - La Biblia (versión castellana del P. Serafín de Ausejo, OFM Cap., revisada y actualizada por Marciano Villanueva), Barcelona 2003.
[6] Encuentro de: Los abuelos cuentas sus historias, 7-8 de noviembre 2009 en la UCV.
[7] TAYLOR, Gerald, Ritos y tradiciones Huarochirí, IFEA, Lima 1999.
[8] FIGUEROA, Lino, Makunaima en el valle de los Kanaimas, Ed. Intenso, Caracas 2001, p 65.
[9]CASTILLO, Dionisio, Mito y sociedad de los Barí, Amarú, Salamanca 1992, p 214.
[10] Memoria del IV Encuentro-Taller Latinoamericano de teología india, En Busca de la tierra sin mal (Mito de origen y sueños de futuro de los pueblos indios), Abya Yala, Quito 2004.
[11] MATEI, Marie C., Lengua y cultura yanomamī, Caracas 2007, pp 180-181.
[12] Congreso General Kuna, “ANMAR IGAR, Normas Kunas, Kuna Yala 1995.
[13]-14 BREMER, Margot, La Biblia en el mundo indígena, Asunción 1998.

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